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viernes, 15 de febrero de 2013

De La Locura Y La Lucidez


A finales del siglo XIX se consideraba la locura como un comportamiento que rechazaba las normas establecidas. Con el transcurso de los años este concepto ha evolucionado hasta tener distintas connotaciones. La noción vigente está enlazada a un desequilibrio mental expresado en una percepción distorsionada de la realidad, la pérdida del autocontrol, las alucinaciones y el proceder absurdo o sin motivo.

Todas las sociedades crean paradigmas de conducta. Por lo tanto, quien asume una actuación diferenciada corre el riesgo de ser calificado de “loco”. Lo controversial es cuando ésta denominación se emplea, sin mediar mayor análisis, en cualquier individuo cuya usanza –aunque responda a su criterio y reflexión- contradice los modelos implantados.

En el ameno libro “El espejo del líder”, del catedrático e investigador peruano David Fischman, encontré una encantadora fábula para compartir con usted: “Cuentan que un campesino se enteró de que el río estaba a punto de contaminarse con cierta sustancia que enloquecería a quienes tomaran el agua. Así, el hombre se aprovisionó de agua para subsistir hasta que se descontaminara el río y aconsejó a todo el pueblo que hiciera lo mismo. Sin embargo, nadie lo escuchó. Al poco tiempo, todos sus paisanos se volvieron locos y el único que no se vio afectado fue este campesino. Cuando les contó lo que había sucedido, todos pensaron que el loco era él, porque era el único diferente a los demás. Cansado de su soledad, el campesino bebió finalmente el agua del río, y al volverse loco él también, todos pensaron que se había curado”.

Esta historia muestra como se conceptúa de “loco” a la persona que, como consecuencia de su firme determinación y sólida identidad, se desenvuelve con singularidad en relación al común de sus semejantes. A diferencia de los sujetos carentes de coraje para exhibir lucidez e independencia en sus decisiones, el “loco” ocupa una posición vista como radical o anti sonante.

En mis clases el tema motiva entretenidos comentarios y debates. Desde mi perspectiva, “loco” es un epíteto –en un escenario colmado de dudas, indiferencias y apatías- que no debiera incomodar, ni hacerlo sentir mal a nadie. En infinidad de situaciones cotidianas recomiendo que nuestro proceder sea “loco”. Más aún al resguardar principios y valores. La manera de pensar e intervenir de las masas no implica una acción correcta y conveniente. Estamos acostumbrados a que el prójimo resulte influenciado por una colectividad de seres incultos, manipulados, temerosos, poco ilustrados y renuentes a tomar resoluciones coherentes. No se sorprenda!

Vivimos asediados por mensajes y ejemplos encaminados a la sumisión, a la falta de capacidad crítica, a la aceptación resignada, al deseo de obtener la simpatía de otros, a renunciar a luchar por nuestras atribuciones, a evadir confrontar inmoralidades, infamias y abusos. En síntesis, somos “educados” para salvaguardar el sórdido sistema instaurado y, además, nos agrada practicar ese deporte consistente en diagnosticar los problemas nacionales y esquivar convertirnos en actores del cambio que reclamamos.

A continuación diversas sugerencias para obviar ganarse el apelativo de “loco”. Líbrese de expresar su pensamiento, quédese hipócritamente callado; en reuniones de trabajo guarde conveniente silencio y evite discrepar con sus superiores; no pierda el tiempo enfrentando injusticias y defendiendo sus derechos ciudadanos; condúzcase calculadoramente, recuerde que el “mundo da vueltas”; finja llevarse bien con todos, aún con quienes poseen una trayectoria reprochable; jamás proteste por arbitrariedades, acuérdese que no es saludable ganarse enemigos; hágase el ciego, sordo y mudo ante circunstancias conflictivas en su entorno, sálvese de meterse en líos; obre como los otros y le irá perfecto en un medio tan obsecuente.

De otro lado, este aspecto tiene directa vinculación con la autoestima. Éste es el sentimiento valorativo de nuestro ser, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran la personalidad. La calidad de la autoestima es la responsable de nuestros fracasos y éxitos. Una autoestima adecuada potenciará desplegar saberes y aumentará el nivel de seguridad, mientras la autoestima baja nos enfocará hacia la derrota y la frustración.

Es central la preponderancia de la familia. Muchas veces los padres actúan de manera perjudicial y dejan marcas ocultas que influirán en su supervivencia. Sugiero hacer cuestionamientos constructivos, ejercer actitudes positivas, conducirse en función de sus convicciones, perfeccionar la sensibilidad y la habilidad social y, finalmente, aceptar sus fortalezas y debilidades. La aprobación individual es un punto medular para elevar la autoestima. De allí que, es imperativo robustecer la autoestima con la finalidad de cambiar las conductas gelatinosas y titubeantes que laceran la coexistencia mutua.

Requerimos sublevar el alma de los peruanos y sacudirnos de la sumisión, la indolencia y el conformismo. Demandamos de actos y reacciones imprescindibles –aunque de mal gusto para el “orden social”- si anhelamos forjar una comunidad de hombres y mujeres aptos para afrontar las adversidades de la vida. Afiancemos nuestro destino sobre los cimientos de la libertad a fin de transitar con hidalguía nuestro porvenir.

Confieso ser un “loco” irónico, agudo y feliz de desenvolverme con racionalidad, consecuencia y dignidad en mi vida. Tengo la inusual tranquilidad interior de conducirme en función de mi conciencia, a pesar de más de un mal entendido. No eternamente seremos merecedores de comprensión en nuestro ámbito hogareño o amical.

Sigo persistiendo –con fe, ilusión y alegría interna- en mi afán de enrumbar mi existencia inspirado en los versos del genial español Antonio Machado y Ruiz: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar”. Bienvenida la locura!

Wilfredo Pérez Ruiz

sábado, 2 de febrero de 2013

La Tediosa Rutina Escolar

Vacaciones Inútiles

Colegios sacaplata; malas clases de deporte, de arte; malos profesores; aburrimiento… Las vacaciones de los niños y adolescentes a veces no son las esperadas para ellos (o para sus padres).

Para algunos las clases no terminan en diciembre, y van a clases de verano porque jalaron cursos; otros son obligados a prepararse para el siguiente año y adelantan temas. La carga es menor, pero los chicos o se aburren de las clases o las olvidan y prefieren hacer otra cosa a prestar atención. Hay clases de academia en las que los chicos solo van a hacer vida social y no aprenden ni el nombre de la academia. Recuerdo que mi amigo “se tiraba la pera” y se iba a una cabina de internet, y sus padres ni se enteraban.

Yo tuve clases de dibujo hace dos años. Creí que me fascinarían, pero terminaron también como vacaciones inútiles: el profesor solo nos daba hojas con dibujos para reproducir, mientras él enviaba mensajes desde su Smartphone. Una amiga mía estudiaba en la misma institución que yo, pero un día se escapó y se fue a un centro comercial.

Algunos jóvenes piensan en diciembre “estas vacaciones sí que se serán las mejores”; el resultado es que unos se sobrecargan y otros ni siquiera logran inscribirse en lo que querían y se aburren un montón. Algunos padres piensan “a mi hijo le va a encantar esto”, pero a su hijo no le encanta para nada. Otros padres quieren que sus hijos aprovechen las vacaciones para estudiar más, yo diría más bien, para quemarse el cerebro. Otros quieren pasar más tiempo con sus hijos y acercarse más a ellos mediante actividades que estos no disfrutan. Y otros no los inscriben en ningún curso para que los ayuden en casa.

Las vacaciones pueden no llenar nuestras expectativas cuando uno solo quiere encontrar relajación luego de un año recargado. Después de todo, ciertas actividades que parecen inútiles pueden resultar placenteras cuando lo que necesitamos es descanso.

Por: Erick Garay
Tomado de larepublica.pe