jueves, 26 de septiembre de 2013
martes, 24 de septiembre de 2013
¿Y Si Alguien Te Dice Heterosexual?
Había pensado quedarme en casa tranquilito, ahorrarme jaquecas y no opinar nada sobre el explosivo tema del proyecto de ley 2647, que plantea la unión civil entre personas del mismo sexo. Unión civil, no matrimonio. Lo recalco porque veo que hay aún demasiado cretino armando laberinto sin siquiera enterarse de qué trata el proyecto de ‘Techito’ Bruce, creyendo que se trata de una ley que permitirá a los hombres casarse entre sí con velo de tul. Pamplinas. La unión civil restauraría los derechos negados a un millón y medio de peruanos entre los cuales me cuento. Sé bien de lo que hablo, señores, escúchenme. Escúchennos.
Soy poco proclive a las militancias y creo que quienes trabajamos en los medios tenemos que hacer el esfuerzo consciente de evitar usarlas para resolver conflictos personales (como dice monseñor Luis Cipriani) o favorecer intereses particulares (como dice monseñor Luis Solari). No perseveraré en el error de trenzarme con los jerarcas de ninguna iglesia porque mis derechos no son una cuestión de fe. Pero tampoco callaré. Esos derechos –inexistentes– no son solamente mis derechos, son los de una inmensa minoría. Por lo menos, un millón y medio de peruanos que vivimos al margen de una serie de cosas buenas que para la mayoría –o sea, ustedes, los heterosexuales– son rutina. Iré al grano: Nací homosexual. Dios me hizo así. Estoy convencido de eso. Me atraen las personas de mi género desde mucho antes de que me gustaran los libros de historietas, el periodismo, las bicicletas o el cebiche de conchas negras con canchita. ¿Quieren saber en qué consiste la exclusión social? Tomen asiento que yo se los cuento.
Negociantes Sin Escrúpulos: Braillard Perú
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domingo, 22 de septiembre de 2013
La Farsa De La Educación
Ahora que participo de la crianza de tres chicas adolescentes debo agradecer esos arrebatos, paradojas y ternuras que se mezclan con Crepúsculo, 9gag, Tumblr y Bruno Mars.
Como ocurre con los primerizos que solo hablan de sus bebés, el monotema de mis coetáneos de paternidad es la dificultad de entender a estos chicos que se creen grandes como para tomar sus decisiones pero que, en la práctica, no podrían sostenerse 48 horas fuera de sus casas.
Por ejemplo, el año pasado una mamá se quejaba de algo que he notado en una de mis hijas:
–Mi hijo sigue reprobando los mismo dos cursos desde el primer trimestre.
–¿Le has dicho que le conviene mejorar notas para entrar más fácilmente a la universidad?
–Le importa un carajo no estar en el tercio superior. Dice que igual va a ingresar.
Y el chico tenía razón: al año siguiente entró a una universidad privada que le dio todas las facilidades para tenerlo entre sus aulas.
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